No es lo que te pasó, es lo que quedó atrapado dentro de ti. El secreto para entender el trauma

El trauma no es el evento en sí, sino cómo lo vivimos y lo que queda atrapado en nuestro cuerpo 🧠. Es una experiencia completamente subjetiva; lo que para una persona es un reto, para otra puede ser una vivencia desbordante que la marca.

Más que una herida psicológica, es una herida biológica que desregula el sistema nervioso. Esto nos deja en un estado de alerta constante (ansiedad, hipervigilancia) o de bloqueo y parálisis. El cuerpo guarda esa memoria y reacciona para protegerse, aunque no entendamos por qué.

Existen varios tipos:

  • Agudo: Un único evento impactante (accidente).
  • Crónico: Exposición repetida a estrés (bullying, relaciones abusivas).
  • De desarrollo: Heridas en la infancia por falta de seguridad o afecto por parte de los cuidadores.
  • Colectivo: Impactos a gran escala como pandemias o guerras.

La sanación comienza al darle voz a lo innombrable y procesar la experiencia 🗣️. No se trata de evitar el dolor, sino de aprender a «digerirlo» para que no se convierta en un síntoma físico o un patrón de comportamiento destructivo.

Para regularnos en momentos de crisis, podemos:

  • Orientarnos: Mirar a nuestro alrededor lentamente, observando formas y colores sin juzgar.
  • Escuchar: Prestar atención a los sonidos del ambiente para volver al presente.
  • Sentir: Tocar la textura de nuestra piel, la ropa, o sentir el apoyo de la silla y los pies en el suelo.
  • Autocontención: Abrazarnos o poner una mano en el corazón y otra en el abdomen para sentirnos seguros en nuestra propia compañía.

Hacernos cargo de nuestro dolor es un acto de amor propio 🙏. Nos permite dejar de sobrevivir y empezar a vivir con más paz y libertad.

Índice de Ideas Generales Abordadas

  • La Naturaleza Subjetiva del Trauma: Exploración de cómo un mismo evento puede ser traumático para una persona y no para otra, dependiendo de la interpretación individual.
  • El Trauma como Herida Biológica y Psicológica: Análisis del trauma no solo como una herida emocional, sino como una desregulación del sistema nervioso.
  • Tipos de Trauma: Clasificación y descripción de los diferentes tipos de trauma, incluyendo el agudo, crónico, complejo, de desarrollo y colectivo.
  • El Trauma y sus Consecuencias en la Vida Adulta: Cómo las experiencias traumáticas no procesadas se manifiestan en la vida adulta a través de patrones de comportamiento, relaciones y salud física.
  • La Importancia de «Darle Voz» al Trauma: El proceso de sanación a través de la expresión, la narrativa y la resignificación de la experiencia traumática.
  • Herramientas para la Sanación: Presentación de diversas técnicas y enfoques terapéuticos para trabajar el trauma, desde la experiencia somática hasta la astrología como herramienta de autoconocimiento.

La experiencia humana es un tapiz complejo, tejido con hilos de alegría, tristeza, desafíos y triunfos. En este entramado, el trauma emerge no como un evento aislado, sino como la impronta que una vivencia desbordante deja en nosotros. Lo fundamental a comprender es que el trauma no reside en el hecho objetivo, sino en la lectura subjetiva que hacemos de él. Un mismo acontecimiento puede ser para alguien un simple obstáculo y para otro, una herida que define su percepción del mundo. Es en esa interpretación personal donde radica la clave, en ese instante en que una situación nos desborda y se graba en nuestra psique como una verdad irrefutable.

Más allá de la herida puramente psicológica, el trauma es una profunda herida biológica. Desregulariza nuestro sistema nervioso, dejándolo en un estado de alerta constante, como un animal que, tras escapar de un depredador, no logra descargar la tensión acumulada. Esta energía, cuando no se libera a través de la catarsis —sea el llanto, el temblor o la expresión artística—, se congela en el cuerpo, manifestándose como ansiedad, patrones de comportamiento repetitivos e incluso enfermedades físicas. Nosotros, como mamíferos que somos, hemos olvidado la sabiduría instintiva de nuestro cuerpo para procesar estos impactos, optando por reprimir y seguir adelante «como si nada».

Los rostros del trauma son múltiples y variados. Existe el trauma agudo, producto de un evento único e intenso como un accidente o un desastre natural, que nos deja en un estado de shock y parálisis. Está el trauma crónico, resultado de la exposición repetida a situaciones estresantes como el bullying, el abuso o la violencia doméstica, que genera una hipervigilancia y ansiedad constantes. El trauma de desarrollo, quizás el más sutil y profundo, se gesta en la infancia cuando las figuras de apego, aquellas que deberían proveernos seguridad, fallan en su función, generando heridas de abandono, negligencia o abuso que moldearán nuestras relaciones futuras. También nos enfrentamos a traumas colectivos, como una pandemia o una guerra, que nos afectan como sociedad, dejando una narrativa de miedo e impotencia. E incluso los microtraumas, esas pequeñas humillaciones o críticas constantes que, como gotas de agua, van erosionando nuestra seguridad interna.

Las secuelas de estas heridas no resueltas nos acompañan en la adultez. Un trauma de abandono en la infancia puede convertirse en una reacción desproporcionada ante la menor señal de distancia en una pareja. Una experiencia de abuso puede generar una desconexión emocional que dificulta la intimidad en las relaciones. Estos patrones no son un signo de debilidad, sino el lenguaje con el que nuestro ser intenta comunicar una herida que necesita ser vista y atendida. El problema no es vivir el trauma, sino lo que hacemos —o no hacemos— con él. Cuando la experiencia es tan abrumadora que resulta improcesable, la psique la niega, la oculta, la entierra en lo más profundo del inconsciente. Y desde allí, actúa de forma compulsiva, saboteando nuestra felicidad y bienestar.

Entonces, ¿cuál es el camino hacia la sanación? La clave reside en «darle voz» a lo innombrable, en poder contar nuestra historia sin juicio y con compasión. Se trata de recuperar la narrativa de nuestra vida, no para regodearnos en el dolor, sino para entender de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. La astrología, en este sentido, se convierte en una herramienta invaluable, un mapa que nos permite comprender los tránsitos y ciclos planetarios que activan estas memorias, ofreciéndonos una perspectiva más amplia y un sentido a lo que vivimos. Nos ayuda a entender qué nos quería decir la vida con esa experiencia que leímos como tan agresiva.

Existen múltiples enfoques y herramientas para transitar este camino. Desde la experiencia somática de Peter Levine, que nos enseña a descargar la energía traumática del cuerpo, hasta el EMDR que reprocesa las memorias a través del movimiento ocular, pasando por la indagación compasiva de Gabor Maté. Pero más allá de cualquier técnica, la sanación comienza con un acto de profunda honestidad y humildad: la aceptación de que hay una herida que duele. Y con la comprensión de que ya no estamos solos ni somos aquellos niños desvalidos; ahora somos adultos con la capacidad de abrazarnos, de contenernos y de darnos la seguridad que un día nos faltó.

La invitación no es a vivir una vida sin traumas, pues eso es una ilusión. La vida, en su infinita sabiduría, nos presentará siempre desafíos. Se trata de desarrollar un sistema digestivo emocional que nos permita procesar estas experiencias, de aprender a pendular entre el dolor y la calma, sin quedarnos atrapados en ninguno de los dos extremos. Es un llamado a hacernos cargo de nuestro mundo interior, a transformar nuestras heridas en fuentes de sabiduría y fortaleza. Porque al sanarnos a nosotros mismos, no solo mejoramos nuestra calidad de vida, sino que contribuimos a sanar el dolor colectivo. Ese es el verdadero ascenso de conciencia, la auténtica transformación: volver a nuestro cuerpo, a nuestra presencia, y desde ahí, construir una vida más digna y más plena.

Análisis Interactivo del Trauma

La herida no está en el evento. Está en cómo la vivimos.

Esta es una exploración interactiva sobre el trauma. Un espacio para comprender su naturaleza, sus ecos en nuestra vida y los caminos para transformar la herida en fortaleza.

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Una Herida Biológica y Psicológica

El trauma no es solo un recuerdo doloroso; es una respuesta biológica que desregula nuestro sistema nervioso. La misma situación puede ser un reto para alguien y una experiencia desbordante para otro. La clave está en la interpretación subjetiva y en la energía que queda atrapada en nuestro cuerpo, manteniéndonos en un estado de alerta o bloqueo mucho después de que el peligro haya pasado.

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Los Rostros del Trauma

El trauma se manifiesta de muchas formas. Reconocer su origen es el primer paso para comprender su impacto. Explora los diferentes tipos para entender mejor sus características y dinámicas.

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El Eco del Trauma en la Vida Adulta

Las heridas no resueltas no desaparecen; se manifiestan en nuestros patrones de comportamiento, en nuestras relaciones y en nuestra salud. Son el lenguaje con el que nuestro ser nos pide atención y sanación.

Dificultades en las Relaciones

Patrones de apego inseguro, miedo a la intimidad, desconfianza o reacciones desproporcionadas ante conflictos.

Problemas de Salud Física

El estrés crónico puede derivar en migrañas, problemas digestivos, contracturas y enfermedades autoinmunes.

Desconexión Emocional

Dificultad para sentir o expresar emociones, o sentirse «anestesiado» como mecanismo de defensa.

Ansiedad e Hipervigilancia

Un estado constante de alerta, esperando que algo malo suceda, lo que agota los recursos físicos y mentales.

Autocrítica y Baja Autoestima

Interiorización de mensajes negativos, creyendo no ser suficiente o merecedor de amor y seguridad.

Comportamientos Compulsivos

Formas de evadir el dolor a través de adicciones, trabajo excesivo o conductas de alto riesgo.

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Camino a la Auto-regulación

La auto-regulación es la habilidad de gestionar nuestras respuestas internas. No se trata de suprimir emociones, sino de aprender a navegarlas para volver a un estado de calma y equilibrio. Aquí algunas herramientas para cultivar esta capacidad.

«La invitación no es a vivir una vida sin traumas, sino a transformar nuestras heridas en fuentes de sabiduría y fortaleza.»

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