Índice de Ideas Generales Abordadas:
- Quirón en Aries: Identidad y sufrimiento personal.
- El dolor como propiedad privada y su impacto.
- Sextil Venus-Quirón: Oportunidad de sanación a través de la comunicación.
- La resiliencia y el contacto humano.
- La herida y la necesidad de aireación y socialización.
- La perspectiva del «césped del vecino» y la dilución del dolor individual.
- La importancia de la movilización y la generación de puentes entre Venus y Quirón.
Quirón en Aries se manifiesta en la psique como la tendencia a forjar la identidad personal, el «yo soy» o «yo hago», a partir del propio sufrimiento, las sensaciones de desvalimiento y la vulnerabilidad. Existe una creencia arraigada de que esta vulnerabilidad es única, que el dolor experimentado es una propiedad privada, exclusiva y no compartida por nadie más. Esta concepción del dolor, ya sea una frase de uno mismo o de Alejandro Lodi, puede generar un daño considerable, pues el individuo, al percibir su sufrimiento como incomparable, tiende a encapsularlo y a sentir vergüenza de él.
No obstante, cuando este Quirón en Aries se encuentra en sextil con Venus, surge una oportunidad significativa para la sanación. Esta configuración astrológica, como la más relevante pauta de resiliencia que nos ofrece Quirón natal, facilita la conversación y la expresión de ese dolor. Al compartir la experiencia, se comienza a desvanecer la noción de ser el «ombligo del mundo» en el sufrimiento, reconociendo que otras personas atraviesan situaciones similares, o incluso peores, lo que mitiga la excesiva identificación con el dolor.
La resiliencia, tal como la rige Quirón en la carta natal, no puede gestarse en el aislamiento; requiere fundamentalmente del contacto humano, la socialización y el intercambio. La herida, al igual que una lesión física, solo puede sanar si se «airea». Mantenerla cubierta constantemente, sin exposición, solo propicia su infección y agrava el padecimiento. Al abrirla al contacto con otros, la herida pierde parte de ese valor fundamental y desproporcionado que se le había otorgado.
Se puede comparar esta dinámica con la metáfora del «césped del vecino». Frecuentemente, tendemos a creer que nuestro propio jardín es el menos verde, mientras que el del vecino siempre luce más vibrante. Si nos mantenemos aislados con esta percepción, no permitimos que esta perspectiva sea desafiada. Sin embargo, al establecer contacto con otros, al «visitar otros jardines», descubrimos que ellos también perciben su césped con poco color, e incluso que el césped de un tercero sigue siendo aún más colorido. Siempre hallaremos a alguien en una situación análoga, con la misma impresión de que el césped ajeno posee mayor vida y color. En este sentido, es imperativo buscar a esas personas, movilizarse y generar puentes entre Venus y Quirón, para así trascender la percepción del dolor como una propiedad privada y única, y comenzar el verdadero proceso de sanación y resiliencia.