Este análisis explora a Marte más allá de la simple acción, presentándolo como la energía primaria e instintiva que habita en nosotros. 🦁 Se argumenta que la socialización nos obliga a reprimir («castrar») esta fuerza vital, lo cual tiene consecuencias psicológicas profundas.
La tesis central es que una de las causas ocultas de la depresión es, precisamente, un Marte embotellado. 🥀 Cuando esta energía no puede expresarse hacia afuera, implosiona, volviéndose contra nosotros y generando sentimientos de impotencia y desesperanza, que son el núcleo de la experiencia depresiva.
Marte posee una doble naturaleza fundamental para la vida:
- Aries (♈︎): Representa la fuerza del nacimiento, de la acción que crea un «antes y un después» y nos impulsa a iniciar.
- Escorpio (♏︎): Simboliza la capacidad de «enduelar», de procesar el dolor, la pérdida y la muerte simbólica para poder renacer.
A menudo reprimimos nuestro Marte por miedo a la envidia ajena, por culpa ante el propio bienestar o por sentirnos insuficientes frente a figuras de autoridad.
La clave para la liberación no es la agresión descontrolada, sino la activación consciente de su lado escorpiónico. Aprender a «enduelar» —a dolernos por lo que no fue, a llorar las heridas y soltarlas— es el paso crucial para desatascar la energía vital. 🔑
La sanación reside en integrar ambas facetas: atrevernos a nacer en nuestras decisiones (Aries) y tener la valentía de cerrar ciclos a través del duelo (Escorpio), transformando al guerrero interno en un aliado consciente.
Índice de Temas
- Marte: La Emoción Primaria y su Conflicto con lo Humano.
- La Castración de Marte: El Domador Interno y la Sombra de la Socialización.
- La Depresión como Síntoma Marciano: La Implosión de la Potencia.
- La Doble Naturaleza de Marte: Nacer en Aries, Morir y Renacer en Escorpio.
- Mecanismos de Represión: La Envidia, la Culpa por el Bienestar y la Sombra de Padres Radiantes.
- La Incapacidad de «Enduelar»: La Clave Escorpiónica para Liberar a Marte.
- Conquistar el Propio Territorio: Integrar a Marte para Dejar de Pedir Permiso.
1. Marte: La Emoción Primaria y su Conflicto con lo Humano
El planeta Marte es, quizás, uno de los arquetipos más incomprendidos de la astrología. Lo reducimos a la acción, al dinamismo, a la espada fálica que penetra la realidad. Y si bien todo eso es cierto, es apenas la superficie de un océano emocional profundo y turbulento. Marte es el mamífero que habitamos, el primate, la reacción instintiva, primaria, burda. Es el grito en la selva, el impulso de tomar lo que se desea, de decir «me gustas» o «te odio» sin filtros.
Pero, ¿qué sucede cuando este Tarzán interno se enfrenta al contrato social? La cosa es a otro precio. La socialización, la racionalización, las «buenas formas», actúan como una jaula. Desde niños, figuras paterno-maternas nos instalan un domador interno: «no grites», «no molestes», «no toques eso». Aprendemos que para ser amados, para pertenecer, debemos embotellar esa fuerza vital. Nos enseñan a caminar de puntillas para no hacer ruido, a pedir permiso para existir, a que nuestra presencia no genere un antes y un después. Y así, entramos en un conflicto fundamental: nuestra naturaleza instintiva contra nuestra necesidad de ser aceptados.
2. La Castración de Marte: El Domador Interno y la Sombra de la Socialización
No necesitamos que un agente externo nos ponga el «tate quieto». El domador de leones más eficaz ya vive dentro de nosotros. Es esa voz que nos susurra «cuidadito con lo que dices», «no te atrevas», «mejor quédate callado». Es la Atenea interna que, como en la mitología, se burla de la fuerza bruta de Ares, subvalorándola frente a la estrategia y el intelecto.
Esta castración se alimenta del miedo. Miedo a la envidia que genera nuestro brillo, miedo a la crítica, miedo a ser vistos como «salvajes» o desagradables. Sobre todo en ciertos círculos, donde se valora la paz y la armonía por encima de todo, la expresión marciana es vista como una disrupción. Preferimos que otro sea el que brille, el que hable, el que luche la batalla. Nos volvemos seres de luz que le temen a su propia sombra animal, sin darnos cuenta de que al negar al primate, nos estamos negando la fuerza vital misma. Millones de años de evolución para tener una capacidad de reacción ante el peligro, y nuestra razón le dice: «calladito, juiciosito y colaborando».
3. La Depresión como Síntoma Marciano: La Implosión de la Potencia
Estamos acostumbrados a asociar la depresión con Saturno, con su melancolía, o con Plutón y sus vacíos. Pero una de las fuentes más potentes y ocultas de la depresión reside en un Marte embotellado. La psicología define la depresión como un «sentimiento de impotencia o desesperanza para la realización de un deseo significativo». Analicemos esto: impotencia. ¿Qué es un Marte castrado sino pura impotencia? Desesperanza para la realización. ¿Y qué busca Marte sino realizar, nacer, actuar, dejar una marca?
Cuando la energía marciana no puede explotar hacia afuera, implosiona. Se vuelve contra nosotros mismos. En lugar de matar al enemigo externo, nos autoagredimos, nos castramos, nos matamos simbólicamente. La depresión se convierte en un mecanismo de defensa: es preferible estar deprimido a saber qué daño podría llegar a hacer si libero a la bestia. Me tengo miedo. La tristeza y la falta de sabor en la vida son el resultado de un fuego que, en lugar de calentar e iluminar, nos consume por dentro.
4. La Doble Naturaleza de Marte: Nacer en Aries, Morir y Renacer en Escorpio
Para entender a Marte en su totalidad, debemos recordar que rige dos signos, dos procesos fundamentales de la vida: Aries (Casa 1) y Escorpio (Casa 8).
Con Aries, Marte es el nacimiento. Es el llanto del bebé que llega al mundo, la fuerza que rompe aguas y dice «aquí estoy». Un nacimiento, sea de un hijo, de un proyecto o de una nueva identidad, implica un antes y un después irrevocable. La vida no vuelve a ser la misma. Marte nos pregunta: ¿qué tan valientes somos para que nuestra interacción con el mundo genere un antes y un después?
Con Escorpio, Marte es la capacidad de «enduelar». Es la fuerza para enfrentar el dolor, la pérdida, el abuso. Es la valentía de decir «esto se acabó», de llorar lo que no fue, de matar simbólicamente una etapa para poder renacer. El drama escorpiónico no es un regodeo en el sufrimiento, es la capacidad de sumergirse en él, de escucharlo, de atender lo que dolió para poder, finalmente, soltarlo. Sin este duelo, no hay transformación posible.
5. Mecanismos de Represión: La Envidia, la Culpa por el Bienestar y la Sombra de Padres Radiantes
Existen múltiples formas en las que aprendemos a apagar nuestro Marte. Una de ellas es para evitar la envidia en entornos miserables, ya sea en el trabajo, la escuela o incluso la familia. Hay clanes que solo se conectan desde la desgracia, y si uno llega a contar sus logros, es inmediatamente rechazado. Para que «mamá me quiera», apagamos nuestra felicidad.
Otra forma es la culpa por estar bien. Nos sentimos culpables por nuestros logros, por nuestra estabilidad, como si nuestro bienestar fuera una ofensa para quienes no lo tienen. Y finalmente, está la sombra de padres demasiado radiantes. Cuando crecemos con figuras paternas tan exitosas o visibles, nuestro propio Marte puede sentirse insuficiente. «Nunca seré como mi papá», nos decimos, y entonces, mejor ni lo intentamos. Volvemos a castrar el impulso antes de que nazca.
6. La Incapacidad de «Enduelar»: La Clave Escorpiónica para Liberar a Marte
Muchos de los bucles de sufrimiento en los que nos encontramos provienen de no activar el Marte escorpiónico. Seguimos yendo a la casa de nuestros padres a los 50 años esperando esa mirada apreciativa que nunca llegó. Seguimos esperando que nos pidan disculpas por el daño que nos hicieron. Alimentamos una esperanza que nos mantiene atados a un pasado que ya no existe.
«Enduelar» es el acto marciano de cortar con eso. Es dolernos y decir: «Esa es la realidad. No tuve el padre que quería. Lo enduelo». Al enduelar, podemos darle vuelta a la hoja. Ya no soy ese niño que necesitaba aprobación. Acepto que eso no existió, lo lloro, pataleo, peleo con Dios si es necesario, y lo suelto. Si no me atrevo a ver esa herida, a nombrarla y a llorarla, ¿cómo puedo morir a ella? ¿Y si no muero, cómo puedo renacer? Me quedo atrapado en una eterna depresión, esperando una reivindicación que nunca llegará.
7. Conquistar el Propio Territorio: Integrar a Marte para Dejar de Pedir Permiso
La sanación de Marte pasa por integrar sus dos naturalezas. Por el lado de Aries, atrevernos a arrancar, a definirnos, a aceptar que después de nuestra actuación, nada volverá a ser lo mismo. Darnos a luz a nosotros mismos, con la conciencia de que todo nacimiento trae retos. Quitémonos la idea de que la vida debe ser fácil y agradable.
Por el lado de Escorpio, aprender a enduelar lo que no pudimos, lo que no fue. Aceptar nuestros límites y los de los demás. Es mejor pedir disculpas que pedir permiso. Si me equivoqué, lo lamento, pero actué, saqué el fuego, aprendí, modifiqué las circunstancias. Planté una posición. Nací.
Debemos dejar de ver a nuestro Marte interno como el Ares burdo y sudoroso que despreciaban los griegos, y empezar a verlo como el Marte romano: el que permite ganar batallas, conquistar nuevos territorios, generar riqueza y desarrollo. ¿Cómo conquistamos la vida si constantemente nos decimos «no digas, no hagas, eso es burdo»? Detrás de una batalla no dada, hay una depresión. Es hora de dejar de maltratar a nuestro guerrero interno, de abrazar sus reacciones, de darle un espacio consciente para que deje de ser compulsivo. Es hora de nacer, de conquistar, de seducir. De reconocer que somos mamíferos y que esa energía, bien integrada, es nuestra mayor fuente de poder y vitalidad.